Una docena de desventurados prisioneros en uniformes de la Wehrmacht alemana se rindieron, un día, a los nuestros, a nuestros patriotas; los llevaron a nuestra escuela, ya que había como una plaza abierta allí, y uno de los guerrilleros, probablemente un alsaciano de habla alemana, los interrogaba en este idioma gutural.

Fifis

Uno tras otro, estos pobres fueron forzados, en una forma de tortura, a llevar un saco de roca varias veces mientras que el alsaciano les interrogaba en voz muy alta.

Me pregunté a mi mismo si nuestro padre había sufrido tal tortura en el campo de concentración de Dachau.

En estos tiempos, mi maestro en la escuela de Vernoux, Sr. Gounod, nos había ya enseñado la máxima bien conocida de los antiguos griegos y romanos que, a lo largo, "nihil novum sub sole," que no había nada nuevo sobre el sol, y que "cuanto más las cosas cambian, más se quedan como antes", unas muy tristes conclusiones en estos tiempos.

Al oír esta lengua gutural que no reconocí, me dí finalmente cuenta que sonaba algo familiar—era, en realidad, nuestra lengua ancestral—el idioma de Goethe y de Schiller—el alemán.

Parecía que los hermanos Moritz no existían más—en sus lugares estaban "les frères Mauricet"—llamado "Ricet"—niños hablantes de francés quienes conocían las fábulas del Sr. de la Fontaine y las poesías del Messire François Villon.

Una vez que las hostilidades terminaban, la mayoría de los opuestos al STO pretendían haber sido partisanos—patriotas—aunque fueron nada mas que oportunistas, ya que se sabe que, en estas circunstancias, es el vencedor y no el vencido que escribe la Historia.