n camino otra vez, pasando por la asoleada Provence. El viaje continuó en dirección de Valence a través estos asoleados espléndidos paisajes del Languedoc y de Provence. Un día entero en tren me dio la oportunidad de meditar sobre la traición de nuestro acompañante, ya que se me metió en la cabeza que el había muy probablemente no solamente dormido en una cama confortable pero también comido mientras que nosotros, yo sobre todo, habíamos sufrido de hambre.
Empecé a odiarlo. Afortunadamente que, llegando a la estación de Valence, este joven desapareció—probablemente para emprender otra misión igualmente peligrosa. Una nueva escolta que nos dijo llamarse Madame Sabatier nos llevó a un cuarto de hotel con dos camas para nosotros que éramos cuatro. Nos dejó un queso de Camembert para cenar.
¡Puaj! Qué horror! Muriendo de hambre que estábamos, esto no lo pudimos comer—ni manera que pudo ser comestible para estos aficionados de "chucrut." Lo dejamos bajo el colchón y es probable que desde entonces esta apestando esta parte del Valle del Ródano.