Como la mayoría de los supervivientes de las matanzas de inocentes conocidos por los nombres bíblicos de Holocausto, o de Shoah, me fui durante los siguientes años a vivir mi vida como cualquier otro y pensé muy raramente sobre estos años.

En un reciente artículo en un periódico, "de cuyo nombre no quiero acordarme," no hace mucho tiempo que noté un reportaje sobre los Balcanes a propósito de una acción de "limpieza étnica" en estas partes del mundo y mostrando la foto de un Serbio, un Croata, un Kosovar o un Albanés empujando una carretilla con sus pocas pertenencias en un paisaje desolado y, con un perro flaco a la distancia.

Me impactó.

Esta escena me hizo viajar atrás en el tiempo un medio siglo, en el tiempo cuando nuestros padres, buscando un techo—un refugio—también empujaban una carretilla cargada, en este caso, con mi hermanito Ernest, de nueve años, muy débil y sin fuerzas. Él no podía caminar y no podía desplazarse por sus propios medios. Al igual que este pobre hombre de la foto, ellos también habían cometido el crimen imperdonable de ser diferentes de la mayoría.

Ahora, padre de dos niños, me dí cuenta de lo que había debido ser el calvario de mis propios padres. Ya que una sola imagen, como se dice, vale cien palabras, hice unos bocetos, basándome en la foto del periódico.

Family in the snow
Invierno de Guerra. Buscando un techo, 1941.

Después de tantos años, mi hermano me dijo que se acordaba vagamente de la carretilla. Pero ese pobre perro, merodeando por allí, esta grabado claramente en sus recuerdos.

Esto reestableció muchos recuerdos de los que me llevaron a varias paradas del calvario de nuestra familia, haciendo bocetos y acuarelas de varios sitios, en vivo—Kristallnacht—el pogromo de la Noche de Cristal en Alemania—Dachau, el Éxodo de 1940, Les Milles, Theresienstadt, Le Masgelier y los Montes de las Cevenas.